lunes, 23 de marzo de 2015

Andalucía, tierra de luchadorxs.


La foto que ilustra este texto, pertenece a la Marcha Indignada del 2015, en la que he participado con la columna andaluza desde Pinto a Madrid, para reivindicar Pan, trabajo, techo y dignidad; en concreto es la imagen de la entrada al casco antiguo de la capital Madrileña.


A mí no me duele Andalucía:
Lo siento, no voy a escribir un estado lamentándome de cuánto me duele Andalucía. No diré que los resultados electorales son una prueba más de la sumisión y el analfabetismo de nuestra tierra. No lo diré porque no lo creo y estoy harta de leerlo.
Andalucía no es una tierra ni sumisa ni ignorante, lo he repetido muchas veces. Andalucía es una tierra de luchadores y luchadoras, la tierra de las expropiaciones agrarias y las corralas ocupadas, la tierra de la solidaridad, donde todavía se comparte la tapa, se presta la ropa, se invita a cerveza y se regala la calidez de una sonrisa incluso a los desconocidos.
Andalucía es la tierra de Blas Infante, pero también de Emilio Herrera Linares, inventor de la "escafandra estratonáutica" -considerada el primer traje espacial-, o de los científicos universitarios que en 2012 patentaron otros 230 inventos. Es la tierra de Luis de Góngora, de Béquer, de los hermanos Machado y los hermanos Quintero, de Juan Ramón Jiménez -premio Nobel de Literatura-, de Federico García Lorca, de Luis Cernuda, de Rafael Alberti, de otro Nobel, Vicente Aleixandre; de Séneca, Averroes y María Zambrano. Es la tierra de Martínez Montañés y Pedro de Mena, de Zurbarán, Velázquez, Murillo y Picasso; de Manuel de Falla y Joaquín Turina, y también de Benito Zambrano.
Andalucía es el pueblo que, teniendo poco, acoge a aquellos que tienen menos todavía, como demuestra pese a las crisis cada verano, cuando renueva su compromiso con los niños y niñas saharauis; compromiso que nuestro Gobierno central, se vista del color que se vista, olvidó hace tanto.
La victoria del PSOE en las urnas no es reflejo de un pueblo estúpido, como muchos parecen reivindicar, sino el efecto de habernos creído esa patraña durante demasiado tiempo. No es el resultado de nuestra ignorancia, sino consecuencia de una juventud que asiente y consiente la estigmatización de nuestra gente, reforzando estereotipos heredados del franquismo. Y Franco sabía que a Andalucía había que invalidarla pronto, porque es una tierra guerrera.
Por eso, a mí lo que me duele no es Andalucía, lo que me duele son nuestros jóvenes, aquellos que se resisten a reinterpretar la Historia y que han renunciado a cambiarla, adoptando un papel pasivo, consumiendo el discurso hegemónico que pesa sobre nuestra tierra en lugar de rebatirlo; jóvenes que se burlan de nuestras tradiciones, que corrigen su acento y desprecian a su pueblo. Esa juventud que echa el voto –si lo echa- con cierta superioridad moral, pensando que ya ha cumplido sólo por introducir en la urna lo que consideran una elección razonable.
También hablo de esa juventud que se llena la boca en el bar, que escupe veneno en las redes sociales, pero no levanta sus cultivadas posaderas de la comodidad de su asiento, examinando la realidad “con ojo crítico” a través de sus gafas de pasta, en lugar de ensuciarse las manos y hundir sus pies en el fango. Por muchos títulos que acumuléis, lamento informaros de que estáis equivocados: la culpa no es del PER ni de la gente del campo, esa gente cuyo trabajo ha dado de comer durante décadas a esta tierra por una miseria, tratando de no perder su dignidad en el camino.
No, la victoria del PSOE en las urnas tiene más que ver con esas generaciones que disienten de sus orígenes, apolíticos que reniegan de su papel en toda esta historia, nuestra Historia, y que no quieren entender que el futuro, para que sea futuro, va mucho más allá de escoger una carrera y elaborar un plan de huida hacia delante –a menudo en otras autonomías o en algún país extranjero-, alimentando nuestra tradición migrante. Tenemos un compromiso con nuestra tierra, la tierra que hemos heredado y de la que somos responsables. Huir no va a cambiar las cosas, y encontraréis que, allá a donde os dirijáis, sufren siempre los mismos.
Ya basta de doctos análisis en un muro de Facebook, o de aceradas críticas cubata en mano. El pueblo andaluz es un pueblo que lucha, y si queremos ejercer el derecho a pataleta es ése el espacio para hacerlo.
Por eso no me duele Andalucía, sino esa juventud de la que hablaba Salvador Allende y que no ve, o no quiere ver, que si el PSOE no ha arañado más escaños es gracias a una parte de su propia generación; la parte de ella que ha dicho basta y ha salido a la calle, a reunirse en parques y plazas para reivindicar una Andalucía libre de clientelismo y corrupción, una Andalucía que haga justicia a un pueblo y su memoria, garantizándole un futuro digno aquí y ahora.
Porque ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica que habría que hacerse tratar, la respuesta al porqué de estos resultados electorales no hay que buscarla en el campo, sino más bien en el espejo. De nuestra generación depende demasiado, no miremos a otro lado y pongámonos a trabajar por ese cambio del que todos hablan pero pocos pelean. Que nos salgan cayos en la garganta de unir nuestra voz a los que luchan, como le salen cayos en las manos a nuestros jornaleros y jornaleras, esos que tanto critican algunos.
¡Viva Andalucía Libre!

Texto escrito por Angela Solano, compañera de En Lucha Sevilla.

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